Llamados a no encajar

Cuando escuchamos la palabra "contracultura", pueden venir a nuestra mente diversos pensamientos o significados. Generalmente se asocia este término con diferentes movimientos o momentos de la historia en los que ciertos grupos de personas, por lo general de jóvenes, buscaron vivir de una manera diferente al sistema ideológico o la cultura de su sociedad. Su interés se enfocó en marcar una diferencia, en no ser iguales a lo que su sociedad indicaba y en muchas ocasiones esto se tildó de inadecuado, no solo por querer salir del molde establecido sino porque también, en su afán por estar "en contra" se perdió el verdadero sentido, y cayeron en conductas anárquicas y subversivas que desdibujaron por completo el ideal con el cual iniciaron. Al final de cuentas todos estos grupos o movimientos no pasaron de ser momentáneos o pasajeros, que si bien algunos pocos se mantienen, sencillamente no marcan una verdadera diferencia en su entorno.
Contracultura se definió más precisamente como “los valores, ideas y actitudes que se oponen a los que una sociedad establece” (Roszak, 1968). Al analizar esta definición tal vez nos podemos sentir identificados y en el fondo logramos entender lo que llegaron a sentir muchos de aquellos que intentaron vivir de esta manera. Saber que estamos en un lugar, pero sentir que no pertenecemos a él es más que suficiente para que esta palabra cobre sentido para nosotros.
Al convertirnos en seguidores de Cristo, creer en Él y en lo que hizo por nosotros, entendemos que  no solo nos salvó sino que además nos dio una nueva naturaleza, ya no somos iguales, y eso trasciende y transforma nuestra manera de vivir, de actuar y de pensar. Por esta razón, es completamente normal sentir que no "encajamos", que muchas cosas nos incomodan y también es normal sentir, en ocasiones, cierta insatisfacción y deseo de "revelarnos en contra" de un sistema que no tiene nada que ver con lo que creemos y en quién creemos.
Tal vez podemos pensar que ese sentimiento se relaciona con cosas meramente humanas como el gobierno de nuestra nación o cosas similares, pero la verdad es que es algo mucho más profundo que esto. Necesitamos entender que nuestro ser clama una atmósfera diferente, podríamos decir que clama por una cultura distinta pues ya no pertenecemos a lo que hemos vivido y conocido por tanto tiempo.
Jesús es nuestro mayor ejemplo de lo que verdaderamente es vivir contracultura. Su vida en la tierra fue una demostración constante de lo que significa no ser parte del sistema. Él no vino a vivir como todos los judíos de su época, pero tampoco vino a abrirse camino o a hacerse escuchar a través de la violencia o de conductas que no eran acordes al plan del Padre. Él mismo vino y demostró con autoridad, amor, obediencia, respeto, y sobre todo con el Espíritu Santo, lo que significaba estar en este mundo, pero no pertenecer a él.
Debió ser increíble ver a Jesús haciendo cosas que le rompían la cabeza a muchos de los de su época, acostumbrados a un sistema religioso y político que los alejó de Dios. Nada más el hecho de que Él llegara a hablar de Dios como un Padre ya era desconcertante para todos. Él fue diferente, no encajó, ni se preocupó por hacerlo, pero lo hizo de la manera correcta y estableció un estilo de vida que hoy podemos denominar como realmente contracultura.
Como hijos de Dios y seguidores de Cristo, estamos llamados a vivir y a caminar como Cristo lo hizo (1 Juan 2:6), no es sencillamente una moda o un sentimiento pasajero, es parte de esa nueva naturaleza que nos define. Si observamos lo que dice Romanos 12:2 TPT (traducción al español): “Dejen de imitar las ideas y opiniones de la cultura que les rodea, por el contrario, sean transformados desde el interior por el Espíritu Santo quien hace una reforma total de nuestra manera de pensar…” ¡Wow! Increíble cómo Dios incluso lo dejó tan evidente en su palabra. No debemos amoldarnos a una cultura solo porque sí, porque es lo que conocemos o lo que “debería ser”, ¿por qué queremos obligarnos a ser cuadrados cuando nuestra esencia es ser círculos? ¿Por qué nos obligamos a aceptar lo que todos dicen cuando Dios te está diciendo algo diferente? Lo que debemos hacer es avivar la voz del Espíritu Santo que trabaja en nosotros y nos lleva a renovar nuestra manera de pensar. Si dejamos que el Espíritu actúe en nosotros, él nos mostrará la forma en la que debemos vivir y de seguro que será una vida como la de Cristo, marcando una diferencia y mostrando el amor del Padre para todos aquellos que nos rodean.

Si entendemos esto, ahora sí podemos decir con toda libertad que somos contracultura ¿Quieres tú también serlo? Entonces deja que el Espíritu Santo comience a transformar tus pensamientos, y deja que Él te enseñe y te guíe, para marcar la diferencia en donde estés.
Contracultura
Mónica Rubio es una mujer, mamá, esposa feliz y dedicada a la enseñanza,
en proceso de aprendizaje constante, con pasión por escribir y con un mensaje por contar.
Sueña con convertirse en escritora de cuentos infantiles y libros que inspiren.
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