Nadie te quita lo bailado

Muchos hemos escuchado esta frase en algún momento, de la que podemos interpretar que las experiencias que vivimos y disfrutamos en la vida son las que perduran aún cuando perdamos todo, que no hay forma de que perdamos el recuerdo y lo que aprendimos de dichas experiencias.
En medio de un tiempo de alabanza en la iglesia, venía esta frase a mi mente y fue interesante lo que Dios me hacía entender a través de ella. Creo firmemente que cuando Dios me creó, en la mezcla puso una dosis extra de gusto por el baile porque, si bien no me dediqué a ser bailarina profesional, bailar es algo que me ha encantado desde que tengo memoria y también es algo que disfruto demasiado. La música me mueve, aun de forma inconsciente, mi cuerpo responde a los sonidos y sencillamente es parte de lo que soy. Desde que conocí al Señor y vi que existían las danzas en la iglesia, siempre quise ser parte de ellas y me encantaba la idea de hacerlo para Dios. Me involucré en las danzas, en su momento, aprendí muchas cosas de lo que significaba la danza, de lo que era alabanza y adoración y disfrutaba bailar, sin embargo, por muchas circunstancias que ocurrieron, danzar en la iglesia para mí se convirtió en algo para lo cual no daba la talla ni el estándar de lo que se exigía y de lo que representaba hacer parte de ese equipo. Mi cabeza se llenó de temores, complejos y limitaciones que, a decir verdad, han resultado difíciles de superar en ocasiones. Dejé de bailar por completo, aunque nunca dejó de gustarme. Los años pasaron y a la lista anterior de argumentos debí añadirle, "ya estoy muy grande para bailar", así que pensar en hacerlo no era opción, o no por lo menos de una forma activa y mucho menos dentro de la iglesia.
Con el tiempo, llegué a este lugar donde tú puedes ser tú, donde tus colores importan sin ningún tipo de prejuicio y donde esos colores enriquecen la pintura que todos pintamos para Dios, y descubrí que bailar o danzar no era solo para una elite especial o para aquellos físicamente ideales o con ciertas medidas en particular que los hacían dignos de realizar está labor, sino que era un lugar donde te daban la posibilidad de servir tal y como tú eres, así que decidí darme la oportunidad de intentarlo. Ha sido todo un carrusel de experiencias y por supuesto no ha sido fácil en muchas ocasiones, pues superar los pensamientos de insuficiencia y miles de complejos alimentados por años es un reto que lleva tiempo sanar y restaurar, pero poco a poco he ido aprendiendo a amar lo que soy, a creer en el llamado que Dios me ha hecho y he comenzado a actuar, disfrutando de hacer eso que Él mismo puso en mí, agradeciendo cada momento y oportunidad de hacerlo, porque, cómo alguien muy especial en algún momento me dijo, "no sabemos cuándo será nuestra última oportunidad de bailar", y realmente, si tengo la oportunidad, buscaré hacerlo con todo lo mejor de mí.
Pero toda esta historia no es solo para contarles algo de mi vida que muy pocos saben y que para mí no es tan fácil de contar; a lo que quiero llegar con todo esto es a lo que Dios me hacía entender en ese tiempo de alabanza que les contaba y que era algo como lo siguiente: así como a mí me ha pasado con la danza, a muchos les ha pasado con otros dones, talentos o pasiones que Dios mismo puso en sus vidas y que con el paso del tiempo, circunstancias difíciles, heridas o desilusiones en el camino, en este momento piensan que la oportunidad de ejercer ese llamado, o usar ese don o talento se ha ido, que ya la edad trae impedimentos, que ya no hay posibilidades de hacer lo que aman y arde por dentro porque sencillamente lo tienen escondido y enterrado, pues piensan que ya no hay chance y que eso mejor lo deben hacer las nuevas generaciones que sí tienen la capacidad, la habilidad y la fuerza de hacerlo.
Si tú eres de los que está pensando así, quiero decirte que no puedes dejar que ese pensamiento te nuble y te opaque. La Biblia es clara cuando dice que el llamado y los dones de Dios son irrevocables, así que lo que Dios te dio a ti, te lo dio por diseño, viene en el paquete completo de lo que tú eres, simplemente no lo tiene otra persona y las cosas lindas que Dios quiere hacer contigo, y tus dones y talentos, solo las va a hacer contigo, con nadie más. Así que deja de esconderte y busca tu Biblia para que vuelvas a leer 2 Timoteo 1:6, pues hoy es para ti: “Por eso te aconsejo que avives la llama del don que Dios te dio…”
Deja que tu pasión, que tu don, florezca, crezca, aún en medio de lo que tú consideras un impedimento, inténtalo y usa lo que Dios te dio porque no te lo dio solo para que tú disfrutes y te deleites en hacerlo sino para que cuando lo hagas, otros sean bendecidos y ministrados también. Eso es lo más espectacular de todo, que no solo nosotros disfrutamos de eso que nos apasiona hacer, sino que, de paso, podemos servir y bendecir a los demás a través de ello.
No sabemos cuándo será nuestro último baile, así que si tenemos la oportunidad, bailemos como si ese día fuera hoy. Al final de cuentas nadie te quita lo bailado, no hay forma de que pierdas la satisfacción y la alegría de utilizar tus dones, tu pasión, pero lo importante es que bailes, que disfrutes, es necesario que lo vivas, que lo hagas, que lo intentes, que lo aprendas, si así debes hacerlo, y que al final no tengas la sensación de que pudiste haberlo intentado y no lo hiciste. No sabes cuántas vidas alumbrarás cuando brilles haciendo lo que Dios puso a arder en ti.
Mónica Rubio es una mujer, mamá, esposa feliz y dedicada a la enseñanza,
en proceso de aprendizaje constante, con pasión por escribir y con un mensaje por contar.
Sueña con convertirse en escritora de cuentos infantiles y libros que inspiren.
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1 Comment


Zulma - September 23rd, 2022 at 10:37pm

😭❤️

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